domingo, 23 de junio de 2013

La identidad del Hijo de Dios. Salvador del mundo "El que pierda su vida por causa mía, se salvará"

 Domingo 23 de junio

12° del Tiempo Ordinario. Verde. Misa: Del domingo; Gl.; Cr.; Prf. Dominical I-X. Leccionario Dominical C: Za 12,10-11; 13,1 / Sal 63(62), 2.3-4. 5-6.8-9 (R. 2b) / Ga 3,26-29 / Lc 9,18-24. Oficio: Del domingo; Te Deum; Salt. 4a semana. Primeras Vísperas Solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista. Nota: En la tarde, Misa vespertina de la Vigilia Solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista.

El libro del profeta Zacarías habla de la oferta de Dios, de derramar su Espíritu de gloria, amor y fidelidad a la población de Belén de dónde proviene el predilecto del Señor: David y los habitantes de la capital de la Ciudad de Paz, Jerusalén. El relato es una predicción de lo que ocurrirá con el Mesías, hijo de David; sitiarán la ciudad, al rey lo someterán y el pueblo orará a Yahvé pidiendo auxilio. La promesa de la lectura es la gracia de la que llenará la nación de dónde vendrá el Hijo de Dios, descendiente del "amado o elegido de Dios". El profeta quiere preparar a la nación de Israel para que se preparen en camino santidad pues de allí nacerá la salvación. La nación de Dios siempre ha estado en peligro, otros imperios la asedian y sus reyes sufrirán la muerte por esta razón el hombre de quien habla el profeta será perseguido, sitiado y asesinado, todo el pueblo había puesto su esperanza en Él, por tal razón llorarán su partida, su muerte. Toda la nación estará de luto, la recuperación por su desaparición será dificultosa. Pero vendrá una alegría en medio de la desolación; ríos de sangre que brotarán del profeta bañarán a toda la nación, para que todo aquel que se deje bañar de su sangre sea, lavado de su desgracia, iniquidad y maldición.
El Salmo 63 titulado La Sed de Dios, cuenta que el salmista, perseguido y alejado del centro teocrático de la nación, siente nostalgia de la compañía de Dios, que moraba en el templo de Jerusalén. Sin embargo el pueblo confía en Dios y lo alaba constantemente; grande es el lugar en donde habita Dios, todos quieren ir a su encuentro para levantar las manos y adorarle. Quien padece sufrimientos, quien sufre por vivir, quien no le ha hallado sentido a su existir, ha de poner toda su confianza en quien le creó, sólo así descansará tu alma, se ha de confiar en esto para poder resucitar, el no tener confianza en ser parte del Ser no sobreviviré en medio de este mundo difícil de subsistir. El ser humano debe confiar en la dependencia de un ser más inteligente que siempre ha existido, son millones de años y personas que a través de la historia y por tradición han creído en su existencia y la vida ha sido diferente. Es mejor confiar en la expectación de quienes a través de los años han creído, que vivir en la desdicha.
Continúa la exposición de la Carta que envió Pablo a la comunidad de Galacia en dónde el centro del texto de hoy, son las gracias que comunica el bautismo; hace a todos de una misma raza y estirpe, hijos de Dios por -creer en su Hijo ungido por el Espíritu Santo y crucificado; herederos del cielo en dónde están todos los creyentes que ya no nos acompañan. En este año de la fe tanto el Papa Benedicto XVI como el colegio cardenalicio nos ha aconsejado releer el último Concilio Vaticano II, que rige a la Iglesia católica para acrecentar y afianzar la fe de todos como cristianos. El Concilio es una cartilla que nos ayudará seamos. Los católicos tenemos seguridad de la fe que profesamos y creemos en la salvación que nos han ofrecido y hacia la que caminamos, pero una gran cantidad de nosotros somos ignorantes frente al futuro que les espera a quienes no profesan nuestra misma fe; el Concilio fragua con su contenido la relación que hemos de tener con quienes no profesan nuestra misma fe. Como cristianos nuestro comportamiento debe ser semejante al de Jesús, Él, no rechazó absolutamente a nadie, a quien nosotros rechazaríamos, Jesús tan sólo desaprobaría sus acciones pérfidas, pero nunca rechazaría a ningún individuo. Ahora, ¿quiénes somos nosotros, para tener la capacidad de hacer algo superior a lo que haría el mismo Dios? decidir la condenación de quienes no son como nosotros.

El evangelio de este domingo nos proporciona la profesión de fe de Pedro, cabeza de la Iglesia. El texto nos suministra acciones de Jesús como un hombre que ora al creador y cuestiona a sus seguidores acerca de los comentarios que se tejen acerca de sus acciones; de su predicación, de los signos que realiza. La respuesta es de confusión pero es notorio que lo relacionan con personajes importantes y aceptables dentro de la normatividad judía. Cuando el Señor hace la misma pregunta a los suyos, de quién es Él, la respuesta de Pedro es: “El Mesías de Dios”, es decir el esperado por tantos siglos de parte de la comunidad judía. Terminada la escena nuevamente les recuerda a sus seguidores cómo va a ser el  final de sus días; y si deciden seguirlo su final será semejante al de su Maestro. La muerte por Jesucristo los conducirá a la presencia de Reino; huir de la persecución por temor a morir, merece ser conducido al lugar de la  tribulación. El día de hoy el Señor nos pone a reflexionar acerca de su identidad. ¿Hemos reflexionado alguna vez acerca del origen de Jesús el Hijo de Dios, de su identidad? Quien reconoce la identidad de Jesús se pone de rodillas delante de Él al conocer su grandeza. Los reyes de Saba, de Tarsis o los reyes magos en el evangelio reconocieron la divinidad del hijo de María y José, supieron según sus estudios y sabiduría que era el esperado el Hijo de Dios, reconocieron que era El Rey, de todos los reyes de la tierra y si los súbditos se postraban ante los monarcas de las naciones porque eran sus Señores, los Reyes ante el nacimiento del Mesías se postraron, rindiéndole culto de adoración y le ofrecieron regalos. Jesús como Rey y Señor quiere salvar a toda la humanidad pero Él no puede salvar si la humanidad no quiere su salvación por tal razón la misión nuestra, conociendo todo el itinerario salvífico de Jesús hasta terminar crucificado, nos compromete a ser testigos de su mensaje y a convertirnos en comunicadores de la salvación para que quienes no quieran aceptar el mensaje de la solidaridad y el amor, contribuyan en la construcción de un mundo en dónde vivamos todos, procurando un mundo de igualdad para todos. La Iglesia católica instituida por Jesucristo provee  la doctrina de Jesús que la salvación es para todos, y debe ser comunitaria, la salvación no se adquiere sola, la salvación es solidaria, por tal razón tanto las obras de amor o llamadas de misericordia, los sacramentos, como la oración contribuyen para la salvación de todos. Sólo en algunas sectas y religiones el juicio y la salvación son individuales, pero en nuestra experiencia cristiana cuenta para la salvación todas nuestras acciones y relaciones con los demás. Jesús entonces nos salva para que cooperemos en la salvación de todos, para que algún día celebremos la fiesta en el reino de los Cielos, la fiesta final, en dónde, con alegría celebraremos en familia la pertenencia a la familia de Dios junto con las personas que amamos.
 

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