sábado, 18 de mayo de 2013

19 Domingo. Solemnidad PENTECOSTÉS. 

Rojo. Misa del día: De la Solemnidad; Gl.; Cr.; Prf. propio. Canon Romano: «Reunidos en comunión» propio. Bendición final solemne; en la despedida se agrega doble Aleluya. Leccionario Dominical C: Hch 2,1-11 / Sal 104(103), 1ab+24ac. 29bc-30.31+34 (R. cf. 30) / 1Co 12, 3b-7.12-13 o Rm 8,8-17 / Secuencia (obligatoria) / Jn 20,19-23 o Jn 14, 15-16.23b-26. Oficio: De la Solemnidad; Te Deum. Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.


PENTECOSTÉS 
Hemos llegado al final de la caminata de un auténtico cristiano católico, La Solemnidad de Pentecostés. Toda la liturgia de este domingo se viste de rojo por el fuego del Espíritu Santo que visita a su Iglesia para darle valentía, fuerza, valor, de que seas quien Jesucristo siempre ha querido que seas; para darte la sabiduría que sólo brota de la divinidad del corazón de Dios; para darte el entendimiento que sólo está en la mente de Dios; para hacerte comprender los secretos inescrutables consignados en las Sagradas letras y que sólo con la efusión del Espíritu podrás comprender; para darte las virtudes suficientes y amar más a Dios con su obra creada. 
La primera lectura relata el acontecimiento que celebramos hoy, en la Iglesia. La presencia del Espíritu Santo en la comunidad de los discípulos que siguieron a Jesús, con signos físicos como el ruido de un viento estruendoso, unas llamaradas que cauterizaron a cada uno de quienes fueron llamados a seguir, acompañar y aprender del primer líder israelita que transformó el judaísmo en la verdadera experiencia transformadora de la vida personal y comunitaria. El acontecimiento de aquella mañana considerado extraordinario llevó a que todos aquellos que los observaban entendieran el mensaje principal a promulgar: Dios es amor, Él nos ama y estamos llamados a ser su imagen e imitarlo.
El Salmo 104, titulado La Gloria de Dios en la Creación, himno a Dios creador del universo y de todo lo que en Él, hay. Celebra la grandeza, la omnipotencia y la bondad de Dios, demostradas en la creación del universo. El espíritu del hombre reconoce la grandeza del Señor en su creación, a donde se mire, allí estará su presencia. Porque todo fue creado con Espíritu divino, todo lo que fue creado tiene como esencia a su creador. Dios enaltece a quien ama, con su presencia, cuando desobedece, Dios aparta su presencia y todo desaparece.
La carta de San Pablo a la comunidad de Corinto exalta la persona del Espíritu Santo, su unidad con Jesucristo y la relación con sus seguidores. Únicamente cuando se tiene al Espíritu de Dios se pueden comprender los misterios divinos. El Espíritu es quien dinamiza las acciones de la Iglesia; quien comunica las gracias a sus fieles; quien infunde la piedad, fuerza y ánimo para convertirse en seguidor y trabajador del reino; es quien incita a hacerse un Cristo más para continuar el plan de Dios, de salvar a toda la humanidad; toda esta pluralidad de acciones divinas son provocadas por uno sólo, El Espíritu Santo, cuyo último fin es hacer de la comunidad, una Iglesia, que peregrina hacia quién le creó; clave, sumergirse en Él, en el Bautismo del Santo Espíritu de Dios y dejarse llenar por Él.
Y antes del evangelio la Iglesia entona un cántico antiquísimo invocando la asistencia del Espíritu de Dios, a darles vida de santidad a los fieles bautizados, para animar, asistir y enviar los dones de su esencia para hacer al hombre semejante a Dios mismo.
El evangelio de Juan es un anticipo de lo que están a punto de vivir los discípulos del Señor. Este es uno de los relatos de la resurrección; Jesús le devuelve a su grupo predilecto la presencia de su cuerpo espiritual con vida; con Él, paz, confianza, alegría, Espíritu Santo y misión sacramental redentora. El evangelio de este domingo de Pentecostés nos regala el sacramento que hace posible la vida nueva para toda criatura que ha vivido la tradición y necesita renovar las fuerzas de su espíritu.


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