19 Domingo. Solemnidad PENTECOSTÉS.
Rojo.
Misa del día: De
la Solemnidad; Gl.; Cr.; Prf. propio. Canon Romano: «Reunidos en
comunión» propio. Bendición final
solemne; en la despedida se agrega
doble Aleluya. Leccionario Dominical C: Hch 2,1-11 / Sal 104(103), 1ab+24ac. 29bc-30.31+34 (R. cf. 30) / 1Co 12, 3b-7.12-13 o Rm 8,8-17 / Secuencia (obligatoria) / Jn 20,19-23 o Jn 14, 15-16.23b-26. Oficio:
De
la Solemnidad; Te Deum. Semana de Oración por la Unidad de
los Cristianos.
Acceso a las lecturas http://evangeliodeldia.org/main.php?module=read&date=2013-05-19&language=SP
PENTECOSTÉS
Hemos llegado al final de la caminata de un auténtico cristiano
católico, La Solemnidad de Pentecostés.
Toda la liturgia de este domingo se viste de rojo por el fuego del Espíritu
Santo que visita a su Iglesia para darle valentía, fuerza, valor, de que seas
quien Jesucristo siempre ha querido que seas; para darte la sabiduría que sólo
brota de la divinidad del corazón de Dios; para darte el entendimiento que sólo
está en la mente de Dios; para hacerte comprender los secretos inescrutables
consignados en las Sagradas letras y que sólo con la efusión del Espíritu
podrás comprender; para darte las virtudes suficientes y amar más a Dios con su
obra creada.
La primera lectura relata el
acontecimiento que celebramos hoy, en la Iglesia. La presencia del Espíritu
Santo en la comunidad de los discípulos que siguieron a Jesús, con signos
físicos como el ruido de un viento estruendoso, unas llamaradas que
cauterizaron a cada uno de quienes fueron llamados a seguir, acompañar y
aprender del primer líder israelita que transformó el judaísmo en la verdadera experiencia
transformadora de la vida personal y comunitaria. El acontecimiento de aquella
mañana considerado extraordinario llevó a que todos aquellos que los observaban
entendieran el mensaje principal a promulgar: Dios es amor, Él nos ama y
estamos llamados a ser su imagen e imitarlo.
El Salmo 104, titulado La Gloria de Dios en la
Creación, himno a Dios creador del universo y de todo lo que en Él, hay.
Celebra la grandeza, la omnipotencia y la bondad de Dios, demostradas en la
creación del universo. El espíritu del hombre reconoce la grandeza del Señor en
su creación, a donde se mire, allí estará su presencia. Porque todo fue creado
con Espíritu divino, todo lo que fue creado tiene como esencia a su creador. Dios
enaltece a quien ama, con su presencia, cuando desobedece, Dios aparta su
presencia y todo desaparece.
La carta de San Pablo a la comunidad
de Corinto exalta la persona del Espíritu Santo, su unidad con Jesucristo y la
relación con sus seguidores. Únicamente cuando se tiene al Espíritu de Dios se
pueden comprender los misterios divinos. El Espíritu es quien dinamiza las
acciones de la Iglesia; quien comunica las gracias a sus fieles; quien infunde
la piedad, fuerza y ánimo para convertirse en seguidor y trabajador del reino;
es quien incita a hacerse un Cristo más para continuar el plan de Dios, de
salvar a toda la humanidad; toda esta pluralidad de acciones divinas son
provocadas por uno sólo, El Espíritu Santo, cuyo último fin es hacer de la
comunidad, una Iglesia, que peregrina hacia quién le creó; clave,
sumergirse en Él, en el Bautismo del Santo Espíritu de Dios y dejarse llenar
por Él.
Y antes del evangelio la Iglesia entona un cántico antiquísimo invocando
la asistencia del Espíritu de Dios, a darles vida de santidad a los fieles
bautizados, para animar, asistir y enviar los dones de su esencia para hacer al
hombre semejante a Dios mismo.
El evangelio de Juan es un anticipo de lo que están a punto de vivir
los discípulos del Señor. Este es uno de los relatos de la resurrección; Jesús
le devuelve a su grupo predilecto la presencia de su cuerpo espiritual con
vida; con Él, paz, confianza, alegría, Espíritu Santo y misión sacramental
redentora. El evangelio de este domingo de Pentecostés nos regala el sacramento
que hace posible la vida nueva para toda criatura que ha vivido la tradición y
necesita renovar las fuerzas de su espíritu.
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