17 de octubre Jueves de la 28ª semana de Tiempo Ordinario. Memoria Obligatoria. San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. Salt. 4ª semana.
PRIMERA
LECTURA
Él nos
eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 1-10
Pablo apóstol de Cristo Jesús por voluntad
de Dios, a los santos que están en Éfeso, a los fieles en Cristo Jesús: Gracia
y paz a ustedes de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones
espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la
fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de
Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza
de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él, por su sangre, tenemos la
redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia que en
su sabiduría y prudencia ha derrochado sobre nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su
voluntad:
el plan que había proyectado realizar por
Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra. Palabra de Dios.
Salmo 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6
R/. El Señor da a
conocer su salvación
V. Canten al Señor
un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
V. El Señor da a
conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su
fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
V. Los confines de
la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
griten, vitoreen, toquen. R/.
V. Tañan la cítara
para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamen al Rey y Señor. R/.
EVANGELIO
Se le
pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la sangre
de Zacarías
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 47-54
En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¡Ay de ustedes, que edifican mausoleos a
los profetas, a quienes mataron sus padres!
Así son testigos de lo que hicieron sus
padres, y lo aprueban; porque ellos los mataron y ustedes les edifican
mausoleos.
Por eso dijo la Sabiduría de Dios:
"Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y
perseguirán"; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de
todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de
Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
Sí, les digo: se le pedirá cuenta a esta
generación.
¡Ay de ustedes, maestros de la ley, que se
han apoderado de la llave de la ciencia: ustedes no han entrado y a los que
intentaban entrar se lo han impedido!».
Al salir de allí, los escribas y fariseos
empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas
preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su
boca. Palabra del Señor.
17 de octubre Jueves
de la 28ª semana de Tiempo Ordinario. Memoria
Obligatoria. San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir.
PRIMERA LECTURA - Él nos eligió en Cristo antes de
la fundación del mundo
Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 1-10
Salmo 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6
R/. El Señor da a
conocer su salvación
EVANGELIO - Se le pedirá cuenta de la sangre de los
profetas, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 47-54
La naturaleza nos ofrece un ejemplo profundo que ilustra el tema central de este pasaje. Imagina una corriente de agua clara y pura que fluye suavemente sobre piedras. El agua, con su suavidad, tiene el poder de desgastar las piedras más duras con el tiempo. La justicia y el amor de Dios son como esa agua: pueden transformar incluso los corazones más duros si se les permite fluir libremente. Pero si el cauce se bloquea con escombros, el agua se detiene y se estanca, perdiendo su pureza y poder.
Los fariseos y maestros de la ley
habían acumulado tantas reglas y restricciones que el flujo de la gracia y la
misericordia de Dios se había bloqueado. En lugar de permitir que la Ley de
Dios fuera una corriente de vida, la habían convertido en una carga pesada e
insoportable, como una piedra que nunca se desgasta ni cambia.


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