11 de octubre, Viernes de la 27ª semana del Tiempo Ordinario. Memoria Libre. San Juan XXIII, papa. Salt. 3ª semana.
Primera
lectura
Los que
viven de la fe son bendecidos con Abrahán el fiel.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3, 7-14
Hermanos:
Reconozcan que hijos de Abrahán son los de
la fe.
En efecto, la Escritura, previendo que
Dios justificaría a los gentiles por la fe, le adelantó a Abrahán la buena
noticia de que "por ti serán benditas todas las naciones".
Así pues, los que viven de la fe son
bendecidos con Abrahán el fiel.
En cambio, cuantos viven de las obras de
la ley están bajo maldición, porque está escrito:
"Maldito quien no se mantenga en todo
lo escrito en el libro de la ley, cumpliéndolo".
Que en el ámbito de la ley nadie es
justificado resulta evidente, pues "el justo por la fe vivirá"; en
cambio, la ley no procede de la fe, sino que "quien los cumpla vivirá por
ellos".
Cristo nos rescató de la maldición de la
ley, haciéndose por nosotros maldición, porque está escrito:
"Maldito todo el que cuelga de un
madero"; y esto, para que la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles
en Cristo Jesús, y para que recibiéramos por la fe la promesa del Espíritu. Palabra
de Dios.
Salmo
110, 1-2.3-4.5-6
R/. El Señor
recuerda siempre su alianza
V. Doy gracias al
Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.
V. Esplendor y
belleza son su obra,
su justicia dura por siempre.
Ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente. R/.
V. Él da alimento a
los que le temen
recordando siempre su alianza.
Mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles. R/.
Evangelio
Si yo
echo los demonios con el dedo de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a
ustedes
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 11, 15-26
EN aquel, tiempo, habiendo expulsado Jesús
a un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los
demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un
signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a
la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra
sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues ustedes dicen que yo echo los
demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de
Belzebú, los hijos de ustedes, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos
mismos serán sus jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios,
entonces es que el reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado
guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo
asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
El que no está conmigo está contra mí; el
que no recoge conmigo desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un
hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al
no encontrarlo, dice:
"Volveré a mi casa de donde
salí".
Al volver se la encuentra barrida y
arreglada.
Entonces va y toma otros siete espíritus
peores que él, y se mete a vivir allí.
Y al final de aquel hombre resulta peor que el principio.» Palabra del Señor.
11 de octubre, Viernes de la 27ª
semana del Tiempo Ordinario. Memoria Libre. San Juan XXIII,
papa.
Primera lectura - Los que viven de la fe son
bendecidos con Abrahán el fiel.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3, 7-14
Salmo
110, 1-2.3-4.5-6
R/. El
Señor recuerda siempre su alianza_
Evangelio - Si
yo echo los demonios con el dedo de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a
ustedes
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 11, 15-26
Hoy, 11 de octubre, recordamos a un hombre
cuyo corazón y sonrisa cambiaron la Iglesia y el mundo entero: San Juan XXIII.
Nacido como Angelo Giuseppe Roncalli, el 25 de noviembre de 1881, en Sotto il
Monte, un pequeño pueblo de la región de Bérgamo, Italia, provenía de una
familia humilde de campesinos. Fue el cuarto de trece hijos, y desde joven
mostró una profunda fe y devoción que lo llevaron a ingresar al seminario a la
edad de 12 años. No tenía lujos ni privilegios, solo una fe profunda y un deseo
inmenso de servir a Dios y a los demás.

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