24 de marzo, *Domingo de Ramos de la Pasión del
Señor* - Ciclo B –
_*Procesión de las palmas*_
*Evangelio*
_*Bendito el que
viene en nombre del Señor*_
*Lectura del
santo Evangelio según san Marcos 11, 1-10*
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los
Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un
borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien
os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo
devolverá pronto”».
Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo
soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
—«¿Por qué tenéis que desatar el borrico?».
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó.
Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el
campo. Los que iban delante y detrás gritaban:
—«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.
¡Hosanna en el cielo!». *Palabra del
Señor.*
*PRIMERA
LECTURA*
_*No oculté el
rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado*_
*Lectura del
libro de Isaías 50, 4-7*
Mi Señor me ha
dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
por eso ofrecí el rostro como pedernal, una palabra de aliento.
Cada mañana me
espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios
me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi
barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me
ayudaba, por eso no quedaba confundido; y sé que no quedaré avergonzado. *Palabra
de Dios.*
*Salmo 21, 8-9.
17-18a. 19-20. 23-24*
_R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?_
Al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R.
*SEGUNDA
LECTURA*
_*Se rebajó a sí
mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo*_
*Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11*
Hermanos:
Cristo, a pesar
de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario,
se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de
tantos.
Y así, actuando
como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una
muerte de cruz.
Por eso Dios lo
levantó, sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble —en el cielo, en la tierra, en el
abismo—, y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre. *Palabra
de Dios.*
*EVANGELIO*
_*Pretendían
prender a Jesús a traición y darle muerte*_
*
C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y
los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S.— «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo».
_Se ha adelantado
a embalsamar mi cuerpo para la sepultura_
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la
mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró
el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:
S. —«¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por
más de trescientos denarios para dárselo a los pobres».
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
_Prometieron
dinero a Judas Iscariote_
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes
para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él
andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
_¿Dónde está la
habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?_
C. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero
pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. —«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que
les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
_Uno de vosotros
me va a entregar: uno que está comiendo conmigo_
C. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo
Jesús:
C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. —«¿Seré yo?».
C. Respondió:
_Esto es mi
cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la alianza_
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo dio, diciendo:
C. Cogiendo la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos
bebieron. Y les dijo:
_Antes que el
gallo cante dos veces, me habrás negado tres_
C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
Jesús les dijo:
C. Pedro replicó:
S. —«Aunque todos caigan, yo no».
C. Jesús le contestó:
C. Pero él insistía:
S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
C. Y los demás decían lo mismo.
_Empezó a sentir
terror y angustia_
C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y
angustia, y les dijo:
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era
posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y
los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían
qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:
_Prendedlo y
conducidlo bien sujeto_
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y
con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los
escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. —«Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto».
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —«¡Maestro!».
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los
presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del
sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho,
envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se
les escapó desnudo.
_¿Eres tú el
Mesías, el Hijo de Dios bendito?_
C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos
los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de
lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los
criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en
pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo
encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los
testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio
contra él, diciendo:
S. —«Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo,
edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por
hombres"».
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se
puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan
contra ti?».
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de
nuevo, preguntándole:
S. —«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?...».
C. Jesús contestó:
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:
S. —«¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué
decís?».
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle
y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —«Haz de profeta».
C. Y los criados le daban bofetadas.
_No conozco a
este hombre que decís_
C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote
y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:
S. —«También tú andabas con Jesús, el Nazareno».
C. Él lo negó, diciendo:
S. —«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir».
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió
a decir a los presentes:
S. —«Éste es uno de ellos».
C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a
Pedro:
S. —«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —«No conozco a ese hombre que decís».
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las
palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me
habrás negado tres», y rompió a llorar.
_¿Queréis que os
suelte al rey de los judíos?_
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los
escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y
lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto
de nuevo:
S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti».
C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por
la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un
tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la
revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les
contestó:
S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por
envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran
la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —«¡Crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S.— «¡Crucifícalo!».
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
_Le pusieron una
corona de espinas, que habían trenzado_
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y
reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona
de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las
rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le
pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.
_Llevaron a Jesús
al Gólgota y los crucificaron_
C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre
de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al
Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con
mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas,
echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana
cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey
de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a
su izquierda.
_A otros ha
salvado, y a sí mismo no se puede salvar_
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días
sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él,
diciendo:
S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías,
el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
_Jesús, dando un
fuerte grito, expiró_
C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la
media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
C. Que significa:
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —«Mira, está llamando a Elías».
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a
una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
_*
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.*_
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión,
que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S.—«Realmente este hombre era Hijo de Dios».
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas,
María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que,
cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que
habían subido con él a Jerusalén.
*José rodó una
piedra a la entrada del sepulcro*
C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado,
vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino de Dios;
armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le
preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión,
concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Jesús, lo
envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó
una piedra en la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José
observaban dónde lo ponían. *Palabra del
Señor.*
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