19 de abril Viernes de la 3ª semana de
Pascua. Salt. 3ª semana.
Primera lectura
Lectura del libro de los
Hechos de los apóstoles 9, 1-20
En aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los
discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las
sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que
descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres.
Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz
celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le
decía:
«Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?».
Dijo él: « ¿Quién eres, Señor?».
Respondió:
«Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se
te dirá lo que tienes que hacer».
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero
no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos
abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres
días ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una
visión:
«Ananías».
Respondió él: «Aquí estoy, Señor».
El Señor le dijo:
«Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un
tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías
que entra y le impone las manos para que recobre la vista».
Ananías contestó: «Señor, he oído a
muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en
Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse
presos a todos los que invocan tu nombre».
El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí
para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le
mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino,
me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo».
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la
vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en
las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. Palabra de Dios
Salmo
116, 1.2
R/. Ir al
mundo entero y proclamad el Evangelio
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Juan 6, 52-59
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo
modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo
comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún. Palabra del
Señor
19 de abril Viernes
de la 3ª semana de Pascua.
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 1-20
Salmo 116, 1.2
R/. Ir al mundo entero y
proclamad el Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 52-59
presenta una enseñanza clave de Jesús sobre
sí mismo como el "Pan de Vida", una metáfora que suscitó confusión
entre sus oyentes. Aquí tienes un comentario que explora los aspectos
significativos de este pasaje: El Pan de Vida, La Dimensión Espiritual, La
Ofensa y la Fe, La Eucaristía, La
Importancia de la Fe en Cristo.
En resumen, Juan 6, 52-59 nos presenta una enseñanza
profunda de Jesús sobre sí mismo como el "Pan de Vida" y la
importancia de una fe profunda y una comunión espiritual con él como el medio
de obtener vida eterna. Este pasaje nos desafía a reflexionar sobre nuestra
propia fe y compromiso con Cristo como nuestro sustento espiritual y fuente de
vida eterna.
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